CON ELMO VALENCIA NACIÓ UN PAÍS NADAÍSTA Y LOCO.
Por: Carlos Humberto Arango C
En el 2012, hace diez años, me encontraba a Elmo en cualquier café y esquina del centro de Bogotá, o quizás en la av. 6ª en Cali, su ciudad natal. La chispa y el gracejo los tenía al instante a pesar de sus complejidades personales, que no revelaba ni delataba a simple conversación, por lo menos no a los menos allegados, “para evitar suspicacias”, me solía decir…
La tertulia consistía en hablar de las cosas simples, pero más profundas, de ver que aún no se materializaba la lucha intelectual por la construcción de una sociedad un poco más justa para las generaciones venideras y el tintico o, a veces una “polita”, se tornaban cómplices para esos afortunados encuentros con el poeta.
Conocí a Elmo a través de mi padre, Humberto Arango, quien también estuvo inmerso en ese nacimiento de una corriente cultural y literaria muy importante para este país. Los 60’s y 70’s dejan para estas generaciones de cristal profundas reflexiones para todos los campos. Ojalá el sacrificio de estos artistas que se fueron con su irreverencia a encontrar otras propuestas cósmicas sirva para que aparezcan nuevos irreverentes.
(Cali; 29 de marzo de 1926 - 12 de septiembre de 2017) novelista, ensayista y poeta colombiano que cofundó el movimiento Nadaísta.
El Monje Loco, es una conjugación de su nombre; ELMO-NJE LOCO. Dejó este mundanal ruido el 12 de septiembre de 2017 en unas condiciones paupérrimas, como las que vio y sintió en su transitar terrenal.
No soy erudito ni biógrafo suyo, ni más faltaba; encontrarlo, saludarlo y comprarle un libro, así no fuera de su autoría y que él siempre recomendaba, convenientemente, eran de un placer absoluto, la risa y la carcajada estuvieron siempre presentes, así la cosa no estuviera bien para los dos.
Me siento honrado de haberlo conocido, quizá pude hacer algo más por él; pero lo económico para un poeta como Elmo Valencia, no fue más de lo que muchos contemplamos a diario, una necesidad maldita para sobrevivir a esta caverna de síndromes y sombras.
Elmo, además acuño la expresión “Nadaísmo” junto a Gonzalo Arango, para que de alguna manera entendiéramos que no tenemos nada, o que, por el contrario, despreciamos lo mucho que tenemos, muchos poetas han pasado, y pasarán dejando un destello, pocos como él, un gran vacío. Aunque perdurarán sus letras, pensamientos e inconformidades.
Estos son apartes de su autopresentación del libro “13 Cuentos Nadaístas”.
“El día que fundamos el Nadaísmo en Medellín la capital de los hilos perfectos y Coltejer el primer nombre en textiles, una nube de ceniza cubrió todo el cielo de Colombia”.
“Cuando el virus de la plaga literaria se regó, Colombia acababa de salir de una violencia que dejó medio millón de muertos y tres heridos: padre, hijo y espíritu santo".
“Comenzamos a cambiar versos libres por amor libre; a escribirle cartas de amor a Brigitte Bardot, nuestra primera musa. Brigitte, no olvides de enviarnos tu brasier para hacer un collage con él y con nuestra literatura de alcantarilla”.
“Comenzamos a escribir novelas, poemas y cuentos con lo que encontrábamos a mano: pólvora, dinamita, dientes postizos, ruedas de bicicleta, ácido lisérgico, física cuántica, desdichas de este mundo y hasta con lágrimas de la mujer amada y polvos de la madre celestina.”
“Recuerdo qué una lectura de cuentos que di en un restaurante vegetariano donde afirmé que cada grano de arroz hay que masticarlo 1500 veces, me pagaron con un plato de lentejas”.
“En aquel entonces los que no pagaban por una lectura no alcanzaba ni para comprarle a la novia un lápiz de labio de color lila pálido y pálidos estábamos todos nosotros de tanto bostezar en las esquinas esperando que llegará el mesías del cielo o Zaratustra de la montaña como cualquier guerrillero o el cuervo de Edgar Allan Poe o el águila repartiendo billetes o la revolución entregando vestidos Pierre Cardín; pero la revolución no llegó y Zaratustra se quedó bebiendo whisky en el Jockey Club”.
Complemento esta nota con la anécdota del director del Taller de Escritores Gabriel García Márquez. Doctor Hugo Correa: “Un día antes de morir, con posesión y todo el protocolo lo designaron director de la biblioteca del gerontológico dónde fue a parar”.